Este artículo fue autorizado
a publicarse en mi blog por
Janis Jorgensen
Heritage Collection-Instituto Naval de EE.UU.
"Retirado a solicitud de
por el Capitán de Corbeta
(RE)
Daniel B. Sheehan
Armada de los EE.UU.
( Proceedings, Febrero 1994, p 57 )
Carta escrita a
un buen amigo después del anuncio de que debería hacer una transición involuntaria a la vida civil
"Hace poco
me has escrito diciéndome que pronto cumplirás
tus 20 años de servicio y te retiraras de la Armada. Naturalmente son pocas las personas con hijos
adolescentes que pueden retirarse, por
lo tanto sé que debes estar buscando una
segunda carrera o al menos un segundo empleo.
Habiendo pasado
yo mismo por dicho proceso tengo algunas
observaciones que pueden serte de ayuda. Te escribo no solo por nuestra
amistad sino también para calmar mi propio ego
y sensibilidades heridos.
Es frecuente
que, durante los períodos de los grandes
cambios de la vida uno se sienta perturbado, aprensivo, preocupado y aun
temeroso del futuro. Es el
resultado directo de nuestra propia auto
imagen que ha sido impregnada y
cuidadosamente cultivada. Como Oficiales
navales nos vemos a nosotros mismos como
personas llenas de confianza en sí
mismas, capaces, leales, calmos, con coraje y
poseedores de un control total. Ante las situaciones criticas siempre evidenciamos una calma fría.
Esto estaba condicionado por nuestra
imagen y por las expectativas de la Armada la cual esperaba que
suprimiéramos o reprimiéramos nuestras
respuestas emocionales en aquello que
hiciéramos y en la forma en que lo hiciéramos.
De hecho esto
era necesario si se considera la profesión
naval. Las crisis y las situaciones de combate las manejaban mejor los individuos calmos y
racionales ya sea que utilicen listas de
chequeo, pautas convencionales de
procedimientos operativos o que improvisen frente a situaciones totalmente inesperadas y no planificadas. Cuando nuestras decisiones involucraban
nuestra propia vida ó muerte, ya sea en
el combate ó en las emergencias, asumíamos una calma glacial y mostrábamos una aparente indiferencia gélida frente a las
contingencias.
En nuestro enfoque
profesional éramos fatalistas.
Era por lo
tanto lógico que nuestras actividades y las
expectativas propias de nuestra profesión hallaran su proyección en los otros aspectos de nuestras
vidas. Estábamos condicionados a suprimir nuestras emociones tanto en el trabajo como en el hogar; se esperaba
que fuéramos dominantes y controlados en
todo momento.
Esta auto
imagen, este mito de estar siempre a cargo de las cosas se vio necesariamente amenazada ante la
perspectiva de tener que abandonar la
Armada.
Durante 20 años
la Armada fue
un hogar, un punto de referencia estable
a través de los diferentes trabajos , jerarquías, apostaderos,
responsabilidades profesionales y obligaciones personales. La
Armada , la agencia primaria de cambios de mi vida se transformó en el punto
estable de referencia. Este ritual
invariable de cambios me suministraba
estabilidad y seguridad.
Lealmente me
sometí a este tipo de reglas y fue ese acto de
fe el que aparentemente determinó mis diversos pases, a veces a sitios elegidos y otras a lugares
inesperados. Todo esto era parte de lo que se esperaba de la rutina naval.
Estas cartas
preferenciales y mis llamadas telefónicas
pormenorizadas contribuyeron a ese sentimiento espurio que me decía que yo controlaba mi destino dentro
de la Armada.
Aparte del mito
del autocontrol y de los ojos con mirada de
acero los Oficiales navales abrazan el concepto de que son gente extraordinaria haciendo cosas
extraordinarias. Aceptamos como parte del desafió del trabajo el ser derribados sobre Vietnam, el ser catapultados
durante la noche en medio de un vacío
infernal o intervenir para que un piloto
novato no nos derribe.
Con frecuencia
nos olvidamos, en el actual entorno
posterior a la
Guerra Fría , que nuestro rol primario ha sido " embestir la marea roja de la
agresión comunista en cualquier lugar en
que esta pudiera usurpar las fronteras
de la libertad ". A pesar
del cinismo de esta frase, pienso que lo que hice como Oficial naval tuvo un
impacto positivo y permanente sobre
el destino de los EE.UU. y que otros
como yo han hecho una diferencia en este mundo. Nos divertimos, trabajamos, jugamos fuerte y
nos consustanciamos en un mundo real.
Si todo esto
revela un ego abrumador y un sentido de
auto importancia es porque realmente así lo era.
La primera
quebradura de mi ego se produjo cuando no fui
seleccionado para ser Comandante. ¿ Cómo puede ser que alguien a cargo de las cosas, un ser tan
importante para el futuro del Mundo
Libre y la Armada sea pasado por alto como
Comandante y se lo relegue a un retiro voluntario a los 20 años de servicio ?
Mi mente
racional me dijo que la primera postergación era definitiva y que todas las promociones
subsiguientes eran irrelevantes. Pero mi
subconsciente me convencía cada año de que las injusticias pasadas se
corregirían.
Cada pase
exitoso que veía se transformaba en una
afirmación consiente del primer rechazo de la Armada " No te quisimos entonces y no te queremos ahora
". En mi autodefensa celebré cada postergación de mi
asignación como Comandante. Celebré no haber sido promovido a Capitán ó
a Contralmirante porque esos eran los
pases grandes y yo me reía de los
mismos.
Sin embargo, el
puesto de Comandante estaba demasiado cerca
del hogar.
Las actitudes,
los hábitos y los sentimientos de 20 años
de servicio tardan en morir y aunque me sentí rechazado aun no quería abandonar la Armada. Habiéndome
definido hace tiempo como piloto de la Armada y Oficial naval ¿
quien era yo sin esa identidad ?
Hice todo lo
que pensé que me ayudaría en mi transición al
mundo civil. Enfrenté todos los chistes del " mundo real
" como ser " ahora tienes que madurar y salir a trabajar de verdad para
ganarte el pan". Tomé un curso llamado " La estrategia en la transición de la carrera
" dado por Stanley Hyman. Fue una
experiencia intensa, práctica y
extrañamente perturbadora.
Aprendí a no usar
un gran reloj de pulsera durante las
entrevistas, a decir las " tres en punto " en vez de las
"mil quinientas" y también a resumir 20 años de experiencia naval en una sola página sin utilizar ningún
acrónimo o término naval. Mi primer
resumen tuvo cuatro páginas de largo,
anoté cada puesto que tuve. Para el resto de lo que escribí habrían de requerir de un intérprete.
También aprendí
algo sobre los uniformes civiles. Los
requisitos de los uniformes militares se publican para que todos lo lean. Sin embargo, no son así las
pautas para los uniformes civiles.
Tuve que sustituir
mi uniforme azul diario, el tropical
blanco y el tropical kaki por trajes de color azul, gris, o a rayas claras y finitas. Debí usar camisas
de color blanco brillante, corbatas
color Borgoña y un sobretodo color Niebla de Londres. Y no vaya a cometer el
error de combinar el traje con sus zapatos lustrados a salivazos no importa
cuan buenos le parezcan. El objeto del uniforme es mezclarlo con el resto de la
gente y no hacerlo sobresalir. Si no lo hace va a resaltar y esto terminara
lastimándolo. En este mundo de imágenes, la apariencia es más importante que
nunca.
Las mayoría de
las compañías civiles ven al personal
militar como seres incompetentes para el mundo real de las ganancias y las perdidas ó como aciertos
debido a sus contactos personales con aquellos que les permitirán hacer contratos y adquirir elementos onerosos.
Son raras de
ver aquellas compañías en donde se valore la experiencia, la presencia, la
capacidad de decisión y la integridad del oficial militar.
Depende de Ud.
detectar que es lo que su proyectada compañía estima de su experiencia militar
y en base a esto adaptar su vestimenta y
curriculum.
Aún los
entrevistadores mejor intencionados resentirán la presunción implícita de que,
al haber sido un Oficial naval Ud. es capaz de realizar cualquier tarea dentro
de la compañía o lo que el empleo exija. Sepa que esto verdaderamente es así pero no puede dejar que
la persona que maneja el lazo de las contrataciones piense siquiera que Ud.
está convencido de poseer dicha capacidad.
Conviene
reconocer su capacidad de liderazgo y admitir que si bien la Armada no lo ejercitó en
las buenas prácticas de los negocios (ganancias, ganancias y más ganancias)
Ud. posee ciertamente la capacidad para aprender y el deseo de trabajar.
Me tomó seis
meses después del retiro él poder encontrar un
trabajo de dedicación exclusiva. Empecé a buscarlo antes de irme de la Armada pero dado que estuve en el
extranjero no tuve muchas
oportunidades. Me pareció una eternidad
poner todo en un curriculum. Al final escribí cuatro versiones diferentes cada una según el trabajo al cual
apuntaba. Luego vinieron las semanas de
contestar anuncios, enviar cartas y
simplemente esperar enfrentando una desalentadora ausencia absoluta de respuestas.
Para subsistir,
mientras buscaba trabajo, realicé algunas
suplencias en un colegio secundario y en una escuela intermedia enseñando inglés, estudios
sociales, castellano, francés,
matemática y educación especial. Realicé todo esto a pesar de mi falta de conocimiento en las
diversas materias. También me postulé
para dictar cursos de Oficiales de la Reserva (NJROTC) pero aún
siendo mi área no obtuve el puesto. Contrataron en mi lugar a un Oficial Jefe Retirado acreditado.
En las áreas de
comprensión militar los Capitanes de
Corbeta son observados con suspicacia: "¿ Qué es lo que le pasa? ¿ Por qué no serruchó al que lo
jorobaba ?
Me presenté a
varias entrevistas para diversos puestos. Después de tres entrevistas perdí una
oferta de Marriott porque no supe
contestar cual era el principal problema
del personal de la industria hotelera. Fui a la
Universidad de Carolina del Norte donde pedían un
gerente de seguridad industrial pero lo
que buscaban en realidad era una persona
a cargo de la vigilancia. Tuve una
entrevista y obtuve un puesto como empleado para tareas varias en la guardería de una planta
local.
Cuando fui a
Washington DC para entrevistarme con Marriott
llegue un día antes y fui a visitar a un ex-Comandante. Él me presentó a
una jefa de personal con la cual analizamos diversas posibilidades. Ella pensó
que alguien había solicitado un gerente de entrenamiento para el área de
seguridad. Luego de exponer durante tres minutos frente a un hombre muy ceñudo
que era (lo supe luego) un director ejecutivo obtuve otra entrevista que me
permitió acceder al puesto.
Durante la
tercera entrevista el panel, que incluía a un
Oficial retirado del Ejército trato de sonsacarme el porque nunca había cumplido comando o había sido
Comandante. No llegaron a formular del todo este tipo de
cuestionamientos y yo además era
reticente a contestar salvo que me
preguntaran. Afortunadamente pude
desviarlos hacia mi ex-comandante el
cual satisfizo al panel. Sus respuestas
tenían mas credibilidad que las mías. Los contactos personales y la suerte lograron que obtuviera
el trabajo.
Como
administrador era un miembro muy joven de una
organización que a veces hacia que la Armada pareciera una maquinaria de precisión. En la Armada sabia como hacer las cosas, a quien llamar y que botones
apretar. No era así en la compañía. Para que algo se hiciera necesitaba saber quien lo había hecho por última vez.
Las
designaciones de puestos significaban poco y los memorándums flotaban alrededor con nombres de
personas pero sin sus cargos. No había forma de saber si alguno de los firmantes del memorando tenían autoridad
o conocían el tema en cuestión.
Yo provenía de
una organización que acostumbraba a documentar
las cosas y a realizar el seguimiento de las
mismas y averigüé que a mi empresa eso mucho no le preocupaba. Aquí las
contraseñas parecían ser " cuida tu trasero " o " no preguntes
cosas cuyas respuestas no deseas escuchar".
Las cualidades
que valoraba en la Armada no se requerían en el mundo de los negocios; la
integridad y el honor no eran artículos
que pudieran comercializarse.
Al comienzo de
esta carta describí el sentido de auto
importancia del oficial naval, de su característica singular y su especialidad. Todos estos
conceptos se vieron violentados durante el proceso de conseguir trabajo y
también por los frutos del mismo.
Por primera vez
en mi vida viajaba con abono en el tren y utilizaba los subterráneos. Caminaba
de una estación a otra entre las masas
de oficinistas todos vestidos en forma
similar. Yo, que supe ser el líder en la lucha del Mundo Libre contra la
represión era ahora un roedor urbano.
Circulaba con
la marea humana por curvas, charcos y alrededor de gente formada sobre rejillas
de vapor. No me gustaba la transformación.
Pienso que
estando en la Armada
tuve una visión poco realista de mí
mismo y de mi valor como ser humano. Me vi como parte de lo que hacía y no como alguien
que circunstancialmente estaba haciendo lo que hacia.
Yo luché contra
este concepto porque se me pedía que me
retirara; mi carrera naval era un fracaso. Sin embargo,
sostengo el concepto de que, si en el escenario
hubo un fracaso fue el de la Armada y si
hubo una pérdida también fue de la Armada.
Espero que mis
pensamientos te ayuden. Sé que no me pediste consejos y en realidad no tengo
ningún consejo en concreto que darte. Esta carta como cualquier otro elemento
me ha servido como catarsis. Buena
suerte con tu búsqueda de un nuevo
trabajo.
Tu amigo, Dan
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